INTRODUCCIÓN.
Un plató de televisión hace casi tres años. Un joven actor, la revelación de turno. Ahora da igual su cara, pero entonces nadie lo dudaba: era el Actor Perfecto. Había firmado el contrato ideal en el momento adecuado y su mentor, El Director de Cine, sentado a su lado en el mismo sillón, lo miraba como si éste fuese su posesión más preciada. Frente a ellos, el más famoso de los presentadores.
La película había batido récords de taquilla; todo un hito en la historia del cine español. Prácticamente al inicio de la entrevista y tras una desenfadada introducción que dejaba claro lo mucho de moda que estaban los invitados del día, el presentador preguntó a la joven promesa: «Has pasado de actuar en bares haciendo monólogos y de que te conocieran más que nada por el boca a boca, a tener una cuenta de twitter con más de doscientos mil seguidores, ¿cómo se lleva eso?» El Actor Perfecto, como si de pronto hubiera sido alcanzado por una gripe, palideció, comenzó a sudar, incluso a tiritar levemente y finalmente contestó: «Mal, muy mal». El entrevistador, creyéndose consciente del motivo de la respuesta, añadió: «Asusta, ¿es por eso, no?» Y se fijó en las gotas de sudor que perlaban su frente. Entonces, el Actor Perfecto, como si estuviese confesando la mayor de sus vergüenzas, concretó con sinceridad: «No, porque son pocos. Porque son muy pocos». Y rompió a llorar. Read More